Erix y Alucard [rol en pasado]

Recuerdo que era una mañana muy soleada, las olas del mar chocaban contra los peñascos y las gotas frías de agua saltaban por los aires hasta caer en el suelo, formando una especie de espuma blanquecina de la mar. Yo estaba con mi hermano mayor sentado en una de las rocas del acantilado que más cerca estaba del mar, por aquel entonces tenía diez años y mi hermano 13. Mi hermano estaba ansioso por ir a bañarse a la playa, pero nuestro padre nos lo había dejado bien claro ese día, no podéis bañaros hoy, hay muchas olas y podéis ahogaros, nos había dicho en un tono muy serio.

Finalmente, y aunque mi hermano era muy obediente con mi padre decidimos bajar a la playa. La arena estaba calentita porque le había dado el sol durante mucho tiempo, las olas cada vez estaban adentrándose más tierra adentro. -Hermano, creo que no deberíamos estar aquí.- Le dije a mi hermano mayor aquella vez, pero él no me escuchó y se lanzó al mar. Viendo que no pasaba nada yo fui y me bañé con él.

Hacía un buen día para un humano, pero yo tenía que encontrar sombra, maldita akuma que me comí.
Aún así tenía tiempo, había llegado a entrenar tanto bajo el sol que podía aguantar varias horas bajo el solo, pero eso no impedía que no me afectase.

Me dirigía hacia el Reino Briss, ya pues no se hablaba mucho de él,pero lo que si había escuchado es que tenía partes inhabitadas perfectas para entrenar solo, además de que era inaccesible para muchas personas por las fuertes corrientes que rodeaban la isla, y que cambiaban de ritmo y de fuerza continuamente.

Hace ya rato que había entrado en las corrientes, pero apenas era la punta del iceberg pues apenas eran unas pocas olas, claro que yo al comerme mi Akuma, podía ser mortal para mí. Al rato algo chocó con mi barca. Era un chico de unos 10 años que se ve que se había ahogado.
-Vaya por que me ocurrirán estas cosas a mí-pensé mientras recogía al niño.
Pero algo pasó inesperadamente, mientras que recogía al niño una ola gigante de dirigió hacia nosotros "mierda, Ningen no hikō" pensé mientras transformaba mi capa en dos grandes alas y me levaba con el niño entre mis manos viendo como la ola arrasaba con la barca. Ahora tendría que ir volando a la isla esquivando los vientos huracanados que provocaban las olas.

Un error, eso era lo que habíamos cometido mi hermano y yo metiéndonos en el agua ese día con ese tiempo, las grandes olas pronto pudieron con nosotros, mi hermano que era más mayor pudo aguantar unas cuantas y nadar a contra corriente para ponerse cerca de la orilla y quedar a salvo, pero yo no, tenía tres años menos que él y las olas me lanzaban y me tragaban de nuevo dentro del mar, creía que iba a morir allí cuando de pronto, una mano se extendió entre las sombras y me agarró por el cuello para sacarme del agua, no sabía quien era, no lo había visto nunca, pero le debía mi vida a ese hombre. Estaba medio inconsciente por la falta de oxígeno, así que no se muy bien que es lo que ocurrió luego exactamente, pero cuando me hube recuperado un poco, me encontraba volando por el aire, y un extraño hombre volador me estaba llevando. -Ayúdameeee hermanooo.- Grité desesperadamente para quue mi hermano acudiese a rescatarme, pero ya nos habíamos alejado de la costa.

Al poco rato de estar volando ya me había acostumbrado al oleaje, pero todavía venía de vez en cuando una ola con la que tenía que elevarme para que no me diese.

Al rato escuche como dijo el niño algo de que su hermano debía ayudarle "me tengo que dar prisa" pensé. Aprovechando el viento desplegué mis alas para dejarme fluir por el viento y de esta manera llegar mas rápido a la isla, y aunque me costo acostumbrarme por las olas y las fuertes ráfagas, en un ratillo llegué a la costa de lo que parecía ser la parte inhóspita de el Reino de Briss.

En cuanto puse los pies en el suelo me dí cuenta de la diferencia, en la playa no había apenas corriente, ni hacía esas ráfagas de viento, pero no tenía que entretenerme en eso, así que me fui debajo de un árbol y tumbé allí al niño.

No sabía por qué, pero ese extraño hombre que tenía alas era el mismo que me había salvado de ahogarme y ahora me estaba llevando al extremo opuesto de la isla. -¿Qué querrá este tipo de mí? ojalá estuviese aquí mi hermano para ayudarme...-Estaba triste, no sabía que tipo de persona era, tal vez fuese uno de esos piratas despiadados que asesinan civiles para hacer que sus wanteds crezcan. Después de pasar por varias corrientes de aire, pudimos llegar al otro extremo de la isla, allí, el hombre me dejó debajo de un árbol, el cual proyectaba una larga sombra porque el sol lo golpeaba casi de frente.

-¿Qu..qué quieres de mí? no tengo dinero, y aunque lo tuviese no te lo daría, seguro que eres un asesino, un pirata despiadado...- Mi hermano y yo queríamos ser marines así que tenía que mostrarme firme ante situaciones así, aunque por dentro estaba temblando como un flan, con un miedo que no me dejaba ni moverme.

Al poco rato el chico temblando pero firme me dije que que quería de el, y que no me iba a dar nada. Ignorando lo que hiciese, me elevé y cogí lo que parecían frutas comestibles. Descendí y se las dí al niño.
-Toma cómetelas que estas débil... si tanto me odias por haberte salvado si quieres te vuelvo a dejar en el mar-le dije al niño.Ahora vuelvo, si quieres sobrevivir quédate aquí y si tanto me odias, ya te lo he dicho, vuélvete al mar.
Me adentré al bosque, quería buscar algún animal para succionarle la sangre, ya que hace días que no comía nada.

Parecía que me había equivocado con aquel tipo, sin pedirle nada él se elevó de nuevo y cogió unas frutas de el árbol sobre el que estaba yo apoyado. Bajó de nuevo y me las dio para que comiese, me dijo que si le odiaba por haberme salvado, cosa que me hizo pensar, si en verdad fuese alguien malo y despiadado, ¿porque iba a molestarse en salvar a un niño, mientras puede disfrutar viendo como se ahoga? tomé la fruta tímidamente, arrepentido de las palabras que le había dicho, pero sin pedirle perdón porque me mantenía firme como buen marine que quería ser. Tímidamente le di un mordisco a la fruta mientras miraba con cuidado a aquel hombre de aspecto extraño, el cual se adentró en el bosque solo, no sin antes decirme que si quería morir volviese al mar.

Cuando se hubo metido ya en el bosque, devoré la manzana de una manera muy sagaz, llegando casi a atragantarme. Pero tenía más hambre y ese tipo se había metido en el bosque, así que sin pensármelo dos veces intenté trepar por el árbol para poder coger otra manzana, pero nada, era imposible. -Si yo tuviese uno de esos poderes como los tiene ese hombre, podría volar y coger toda la comida que quisiera...- Me quedé sentado, decaído por no poder coger la manzana, mirándola como un cachorrito mira un cacho de carne.

Llevaba un rato caminando cuando me encontré a dos animales gigantes con cuernos "que raro, nunca había visto animales así, pero que mas da, la comida es comida je" pensé. Me lance a por el primero que alcancé y le disparé a las piernas para que no pudiese moverse; aproveche de paso y le disparé al otro cuando ya se había dispuesto a embestirme. Succioné la sangre de ese animal, y del otro lo agarré de los cuernos y lo arrastré con esfuerzo.
-Joder como pesa esto.
Al rato llegué a la costa con el animal a cuestas y lo puse delante del niño.
-Supuse que con las frutas nada mas no te quedarías satisfecho-le dije fríamente al niño dejando al animal delante de él.

Pasado un rato desde que aquel hombre se había metido dentro del bosque, escuché unos disparos. -Seguro que ha sido él, puede que haya matado a alguien de la ciudad con sus armas, si esque lo sabía, es un sanguinario pirata.- Pensé, pero aún así era incapaz de moverme por el miedo que tenía. Al poco rato el tío apareció entre los arbustos pero traía algo con él, parecían dos animales grandes, de los que habitaban la parte norte de la isla. -Oh...así que comida...ha traído más comida.- No podía dejar de pensar en lo bueno que tenía que estar ese animal asado, pero claro, yo no sabía hacer fuego. A pesar de teenr miedo todavía, pude acercarme a aquel hombre y con la cabeza agachada para no molestarle por si le miraba a los ojos, le dije. -Se...señor...¿puede usted encender un fuego para asar esta carne?- Después de hacer la pregunta me quedé esperando, con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos mientras pateaba pequeñas piedras del suelo.

El chico me pidió temeroso que si le podía asar la carne, y aunque fuese raro en mí me puse a hacerlo.
-Increíble, tengo que hacer fuego después de no estar haciéndolo desde hace mas de 500 años- susurré.
Rompí una bala antigua que tenía guardada en mi bolsillo y saqué un poquillo de pólvora poniéndola en lo alto de hierba seca que encontré buscando. Me alejé un poco.
-Tápate los oídos, puede que te moleste-le dije al niño justo antes de disparar.
Disparé a la pólvora haciendo así saltar varias chispas que encendieron al tocar contacto con la hierba seca. Puse varios palos de madera seca en lo alto para que no se apagase mientras empalaba al animal en lo alto de la hoguera.
-Bueno, ahora es cuestión de esperar-le dije al niño mientras me tumbaba en la sombra para organizar mis pensamientos

Me quedé mirando lo que hacía aquel hombre, que mientras estaba preparando el fuego dijo algo en voz baja, pero una cosa muy extraña que no me creí en un principio. Después me dijo que me tapara los oídos que tal vez me molestase. Así lo hice, sin duda parecía un tirador porque parecía tener buena puntería para acertar a un poco de pólvora que había dejado sobre las hierbas. El fuego comenzó a avivarse y yo me acerqué un poco porque a pesar de que hacía calor, estaba empapado por haberme metido al mar y de vez en cuando las ráfagas de viento me dejaban helado. Mientras me calentaba cerca del fuego el hombre empaló al animal y lo dejó haciéndose poco a poco al fuego. Entonces se fue y se quedó pensativo en un lugar. Tenía mucha curiosidad por lo que había dicho antes así que me acerqué despacio con miedo por molestarle en sus pensamientos.

-Perdone si le molesto pero...¿ha dicho que no hacía fuego desde hace 500 años? eso es imposible.- Me quedé mirándolo, esperando que no se tomase a malas la pregunta.

Mientras que se hacía el animal y yo estaba reorganizando mis pensamientos, el chico se acercó temeroso preguntándome por lo que había dicho antes de 500 años.
-Es...una maldición-le dije, pero como vi que no se quedó satisfecho le dije.Tengo cerca de 600 años...por cierto, ¿que hacías en el mar?-le dije para cambiar de tema mientras me levantaba y arrancaba un trozo de carne ofreciéndosela al chico.

Cogí la carne que me ofrecía aquel hombre que afirmaba tener 600 años, no podía creerlo pero tampoco tenía motivos para mentirme de esa forma. Aún estaba asombrado cuando le di el primer mordisco a la carne, tostada por el fuego que crujía en mi boca mientras mis ojos, abiertos de par en par miraban fijamente a aquel hombre, una maldición caía sobre él según había dicho, pero inmediatamente cambió de tema. -Estaba bañándome con mi hermano, somos muy buenos nadadores pero hoy había muchas olas...mi padre ya nos había advertido que no nos metiésemos al mar...pero mi hermano es idiota y se ha metido..y yo no quería quedarme solo allí.- Acabada la explicación, empecé a saborear la carne del animal, que estaba deliciosa, ahora ya con un poco más de confianza le agradecí a aquel hombre. -Muchas gracias señor.- Continué comiendo, esta vez más sonriente.

El chico me contó su historia mientras comía, estaba mas feliz, e incluso me agradeció la comida, pero me quedé con una duda, y aunque le hiciese un poco de daño se la tenía que preguntar. Elevé el cuerpo hasta estar sentado y le miré a los ojos.
-¿Sabes si tu hermano está vivo?-le pregunté.
Hace tiempo que me interesaban los sentimientos humanos, y aunque yo sea un humano, hace tiempo que dejé de sentir los mismos sentimientos, ahora casi todos mis sentimientos eran dolor y euforia, además, me había caído bien ese niño.

Aquel tipo, del que aún no conocía el nombre parecía estar a gusto conmigo, tanto como yo lo estaba con él. Hasta que me preguntó por mi hermano, del cual me había olvidado completamente, al escuchar su pregunta me vino a la mente la imagen de las grandes olas que iban y venían desde dentro del mar, que pudieron fácilmente haberse tragado a mi hermano. -Muerto...puede que esté muerto..y tú aquí conversando con un extraño.- En ese momento me levanté, con lágrimas en los ojos, tiré al suelo el cacho de carne a medio acabar y eché a correr por un pequeño sendero de tierra que cruzaba por los acantilados para llegar al otro extremo de la isla. -¡¡Hermanooo!!- Gritaba entre lágrimas mientras corría.

El chico tiró el trozo de carne al suelo y salió corriendo hasta un acantilado y se puso a gritar hermano con lágrimas en los ojos.

Me levanté y me acerqué a el a ver por el acantilado mientras el gritaba desesperadamente a su hermano para ver si recibía alguna señal, pero por lo que yo había visto, su hermano tendría que haber sido un excelente nadador para haber salido de esta, o que se hubiese encontrado a alguien como yo que le hubiese recogido.
Me volví a la sombra del árbol, era bueno que el soltase todo lo que tenía dentro, después de sufrir esta experiencia.

Vi como el tipo extraño se levantaba para ver a donde iba, pero no hizo mucho más porque enseguida se volvió a sentar tras la sombra. Entonces, mientras corría por el acantilado, recordé que no sabía como volver a la villa, ya que nunca habíamos cruzado a ese extremo de la isla porque había animales salvajes peligrosos. -Mierda...snif no puedo llegar allí yo solo...snif.- Decía mientras me secaba las lágrimas de los ojos y me quitaba los mocos con las mangas. Entonces recordé que mi hermano, además de ser mayor que yo, también nadaba bastante mejor que yo, nunca había logrado ganarle a nado. Tranquilizándome un poco respiré más aliviado. -Seguro que él está bien...pero quiero volver a mi casa...snif.- Me sequé las pocas lágrimas que me quedaban y regresé con el hombre extraño, sin decir ninguna palabra me senté a su lado y cogí la carne, la cual seguí mordisqueando. Con la boca llena y aún un poco disgustado le dije. -Me llamo Erix...-

Al poco rato volvió el niño un poco mas tranquilo, siguió comiendo y me dijo su nombre, Erix, por lo que le dije el mio.
-Hmmmm Erix, tengo tantos nombres que no se cual decirte, ya se, te diré el último nombre que me dieron, Alucard-le dije mientras me tumbaba en el suelo otra vez.

Alucard, ese era su nombre o al menos el último nombre que le habían puesto. No comprendía muy bien como un hombre podía tener 600 años y diferentes nombres, si eso era cierto este individuo habría de haber viajado ya por todo el mundo, tiempo para ello había tenido desde luego. -Señor...Alucard dígame...es usted un pirata ¿verdad?- Me quedé mirando al tipo que me había salvado la vida, que cada vez se me hacía más difícil de comprender porque no era algo lógico que un hombre viviese tanto y tubiese nombres distintos, tal vez lo estaban buscando y por eso se cambiaba de nombre.

El chico me miró y me dijo que si era un pirata, la verdad, nunca me lo había replanteado, simplemente viajaba vagamente por los mares libremente,... como un pirata pero nunca me había considerado uno de ellos.
-Simplemente soy como un pirata, un hombre libre que vaga por el mar con sueños, solo que mi sueño es mi dolor...-le dije pero no terminé la frase, pues que iba a saber el niño sobre mi dolor. y llegué aquí para entrenar sin tener que encontrarme con gente, pero ya me ves aquí tumbado contigo.

Me contó algo sobre que era como un pirata pero no llegaba a serlo, solo vagaba por el mar. -Eso esta bien..a mi me encanta el mar ojalá pudiese navegar por él como haces tú.- Le dije dándole un mordisco a la carne, después de masticarla un rato tragué y continué. -Seguro que te lo estas pasando bien conmigo jejejeje...- Miré sonriente a aquel hombre, luego me di cuenta de una cosa y se me ocurrió una idea. -Oye y..¿por qué no entrenas? así yo puedo ver como lo haces y aprender algunas cosillas por si me tengo que enfrentar a alguien como...como....tu...- Esto último lo dije con más miedo y mirando al suelo, esperando su respuesta.

El chico siguió comiendo sin preocupaciones y me dijo que por que no entrenaba delante de él.
-No siempre entrenar es hacer un espectáculo-dije levantando mi cuerpo hasta estar sentado.
Tienes que saber que es lo mejor, en que eres bueno y malo ... cuales son tus debilidades-dije cerrando los ojos mientras me elevaba todavía estando sentado. Al rato estando todavía sentado en el aire, saqué mi rifle y disparé a ciegas hacia el cielo, haciendo caer un pájaro gigante al mar. ¿Ves?-le dije a Erix.

Alucard de un momento a otro empezó a elevarse de un modo extraño, me dijo que entrenar no era un espectáculo y que debía de saber en que era bueno y en que era malo. -¿En qué soy bueno?... la verdad se me da bastante bien estudiar, sobre todo la anatomía del cuerpo humano.- Pensé justo antes de que Alucard sacase la pistola y disparase con los ojos cerrados al cielo, haciendo caer un gran ave desde arriba hacia el mar. -Guaaaau- Es lo único que pude decir ante tal cosa, ese hombre era un verdadero as, había alcanzado a un pájaro en movimiento con su pistola sin mayor esfuerzo. Me quedé mirándolo perplejo, preguntándome como había sido capaz de hacer eso.

Había conseguido asombrar al niño, por lo que descendí hasta la altura de Erix.
-Como podrás comprobar yo soy buen Artillero por lo que tendría que practicar en eso, pero por esa razón no debería dejar de entrenar otra cualidades físicas-le dije a Erix que parecía que no se enteraba mucho. simplificadamente, concéntrate y verás en que bueno eres tú.
Mientras, seguí entrenando, pero esta vez con piedras, aunque fuese ridículo, ejercitaba mi musculatura y puntería.

Alucard tenía razón, a pesar de ser un niño había captado lo esencial de todo lo que me había dicho, aunque por el momento no lo entendía del todo bien. Si era bueno con algo, ¿porqué no entrenar solo aquello en lo que se me daba bien para ser el mejor? porqué perder el tiempo entrenando cosas que se me dan mal? No sabía aun la respuesta de aquellas preguntas, pero lo que sí sabía es que debía de entrenar ambas partes. Pero con mi corta edad era ridículo pensar que me fuese a poner a entrenar como él, disparando aves o con rocas. Por lo que me propuse un entrenamiento más adecuado a mi nivel. -Yo también voy a entrenar.- Dije convencido, y al momento estaba colgado de la rama de un árbol, intentando subir la barbilla por encima de la barra y aguantar un tiempo.